Familia, eucaristía y reconciliación para ser verdadera familia de Dios
Reflexión Semanal del Padre Domingo Escobar
Es en el núcleo familiar donde descubrimos que la Palabra nos revela a Dios, que nos llama a vivir en solidaridad con todas las personas. Descubrimos también que todos somos hijos de un mismo Padre; que Dios es amor, que nos ama aún cuando no lo merecemos y nos invita a amarnos de la misma manera. Y que Dios Padre tiene un proyecto para nuestras familias que nos revela en Jesús: su plan de salvación, plan de amor, y que ha sido la tarea particular del camino que juntos queremos hacer en Retrouvaille.
La familia debe ser testimonio de fe y del amor de Jesús y con ello debe ser la auténtica educadora y portadora de la fe y valores, tanto dentro de la familia como hacia todos aquellos con los que se pone en contacto.
Jesús, luz en el caminar de cada familia, debe estar siempre presente en los acontecimientos importantes, como aniversarios, cumpleaños; en las tristezas y alegrías; en la enfermedad y en la salud…
Propiciar momentos para la oración en familia; participar juntos en la Eucaristía, sabiendo que sin la participación activa y frecuente de la misa no hay verdadera vida cristiana ni la bendición de ver crecer a los hijos bendecidos. Es necesario mantener una actitud de apertura a la Palabra de Dios en busca de la verdad para orientar y animar la convivencia familiar, aprender a amar a Jesús todos los días de nuestra vida es nuestro reto como familia, y hoy ante nuevas amenazas para la integridad de la familia, como son entre otros las drogas, la delincuencia, la amenaza de nuevas formas de enfoque del hombre y la mujer y la misma forma de entender a la familia que hoy se quiere impulsar, es necesario tomar más en serio el papel de padres cristianos y no dejar que el Estado ni nadie nos quite el derecho de dar a los hijos una verdadera educación con valores cristianos, pues ante todo somos nosotros los padres quienes debemos saber lo que queremos hacer de nuestros hijos, que no es otra cosa que hacer de ellos hombres y mujeres de bien para gloria de Dios y bien de la sociedad y la Iglesia.
La “pequeña iglesia”, que es el hogar de cada uno de nosotros, tiene como objetivo principal vivir y experimentar la vida abundante de Dios en todas las realidades de la familia, pero también transmitirla a los demás, dando testimonio constante de esa experiencia divina que se vive. Debe también recibir el mensaje salvador de Dios a la humanidad, a través de su Palabra, aplicarlo a la comunidad familiar y desde allí hacerlo llegar a tantas familias que no han tenido la oportunidad, como nosotros por nuestro caminar en Retrouvaille, de conocer el mensaje de salvación. Será esta la semilla de gracia, de relación y presencia de Jesús en nuestra vida, para que el mundo crea, para que tenga nueva vida. Y es que el tiempo que juntos hemos caminado con Retrouvaille nos debe animar para el apostolado, pues el momento presente de nuestra Iglesia y del mundo nos llama a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.
Poner en práctica el Evangelio compromete a los miembros de la familia a vivir en nuestras relaciones, tanto dentro como fuera del hogar, el amor auténtico. Es el amor que perdona, que es solidario y caritativo dentro de la familia primero, y luego con los demás, en especial con los más necesitados en lo material y en lo espiritual, con los oprimidos, lo que nos compromete a ser justos en nuestras acciones, a compartir y utilizar los bienes para el beneficio común. Y para que ello sea así, tenemos el deber moral, es decir, delante de Dios, de revisar nuestra conducta delante de Dios, de la familia y la comunidad en general, por lo que se hace necesario recurrir al sacramento de la reconciliación para retomar el buen camino y llenarnos de la gracia de Dios para una vida nueva.
Sólo así nuestras familias serán verdaderas iglesias domésticas donde se vive el Evangelio y se irradia a los demás. Y sólo así seremos fermento en el mundo de hoy para transformarlo, afirmando y haciendo eficiente la misión que como Iglesia Doméstica tenemos de anunciar y denunciar; de celebrar y luchar por la paz y el amor entre los hombres y mujeres, en momentos en que hay tanta violencia y amenazas para nuestras familias.
Muchas familias hoy día viven una fe diluida, difusa, poco convencida, con un trasfondo de indiferencia, despreocupación y hasta superstición.
Teniendo familias fuertes, llenas de fe, iremos construyendo una sociedad nueva que seguirá a Jesús.
Jesús no es alguien que pasó, no es un recuerdo que se pierde en la historia. JESÚS VIVE! Y quiere vivir en el seno de tu familia.